Despidió a su mujer con un beso en la mejilla como hacía cada vez que ella iba al pueblo a hacer compras. Apenas la anciana cerró la puerta, el hombre se dirigió hasta su habitación, abrió el viejo armario y de una caja extrajo el arma, un revolver viejo y parcialmente oxidado. Caminó lentamente hasta el balcón de la casa, recordando épocas más felices. La visión de la silla de ruedas lo volvió a la realidad. En ella, su hijo miraba la nada tal como lo había hecho durante casi tres décadas. Apuntó, cerró los ojos y disparó.
#noviembredecuento
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