“Se lo condena a quince años de reclusión”. El acusado sonrió; de debajo de la mesa que ocupaba con sus abogados tomó una botella y, ante la vista de todos, la descorchó. Saludó alegremente a parientes y amigos. Sabía que la pena por doble asesinato había sido muy leve y que podría salir antes por buena conducta. Se burló de los fiscales y asistentes. El tumulto fue inevitable. El cuchillo que el padre de una de las víctimas había llevado consigo se hundió en su tórax. Cuando su cuerpo tocó el piso ya estaba muerto.
#noviembredecuento
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