domingo, 15 de mayo de 2016

5

V

Volvió a su casa consternada por la agresión que había sufrido en el hospital. Se sintió desahuciada y al cruzar la puerta del entrada la soledad cayó sobre ella como la más oscura de las noches de invierno. Ni un ruido de los que acostumbraba sentir al ingresar cada día en su hogar. Ni las voces proviniendo de una radio o una televisión, ni el agua corriendo en alguno de los baños o en la cocina, ni siquiera los pasos de alguien que se acercara a recibirla.
En el dormitorio todavía estaba el traje de su marido extendido sobre la cama, con arrugas de esas que aparecen luego de varios días de permanecer en la oficina en una misma posición hora tras hora. Se acercó y lo acarició suavemente. Se recostó y posó su rostro en la zona cercana a la solapa, donde le gustaba apoyarse cuando él volvía del trabajo. Decidió levantarse e intentar hacer cosas en la casa para no pensar constantemente en la gravedad del estado de su marido ni en la forma poco diplomática en que había sido expulsada del hospital.
En el baño aún quedaban rastros de lo sucedido. Algo de sangre en el borde de la bañera, toallas y toallones en el suelo, parte de la ropa de su marido. Intentó dejar todo lo más ordenado que pudo.

sábado, 14 de mayo de 2016

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IV

El enfermero miró al hombre que habían traído un rato antes. Sus signos vitales no auguraban nada bueno y había que hacer algo para curar la herida que tenía en la cabeza. Habían seguido el protocolo que se solía utilizar para la ocasión pero el paciente no mostraba ninguna mejoría. Una maraña de cables iba del hombre hacia las distintas máquinas y se escuchaba claramente el sonido del respirador artificial invadiendo toda la sala.
En la sala había dos camas enfrentadas en las cuales sus respectivos ocupantes luchaban por sus vidas. El enfermero notó que había ocurrido un empeoramiento en el estado del paciente que había llegado allí luego de sufrir un accidente de tránsito. En cambio el otro, el del cráneo fracturado, no parecía empeorar. Se le hacía complicado trabajar en esa sala ya que desde que había llegado este último paciente les habían dejado un policía de consigna que observaba cada uno de los movimientos que realizaban enfermeros y médicos sobre el sujeto que yacía sobre la camilla.

viernes, 13 de mayo de 2016

3

III

Apenas llegados al hospital, la mujer fue llamada aparte por el médico de guardia. El hombre, de unos cincuenta años, pelo entrecano y gruesos anteojos tenía un semblante serio, preocupado. La miraba fijamente. Estudiaba sus movimientos y gestos. Le hizo contar una y otra vez los detalles desde el momento en que su marido había llegado a su casa hasta cuando lo halló caído en la ducha. La mujer notó que el profesional dudaba de su versión de los hechos.
En este momento lo único que me interesa es que mi marido esté bien.
El médico levantó el tubo del teléfono que tenía sobre su escritorio, marcó velozmente un par de números y habló en voz muy baja con un interlocutor desconocido. Terminó la comunicación y se dirigió hacia ella.
Su marido está muy grave y no va a poder verlo por ahora.
¿Cómo?preguntó ella, nerviosa.
Señora, me temo que voy a tener que pedirle que se retire.
Tengo que ver a mi marido la mujer se acercó en forma brusca a la puerta de salida.
No va a poder ser
Abrió la puerta y detrás de ella, dos hombres corpulentos aguardaban.
Acompáñenla hasta la salida. dijo el médico con la primera sonrisa que había esbozado hasta el momento.
La mujer se resistió pero la fuerza de los dos sujetos era demasiada. Antes de que el médico cerrara la puerta pudo escuchar el "asegúrense de que no vuelva" con el que la despidió.

jueves, 12 de mayo de 2016

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II

La mujer corrió con desesperación hasta el teléfono. En su mente lo único que podía ver era a su marido caído en la bañera. Le temblaban las manos y el teléfono se le escapó de las manos en dos oportunidades. Finalmente logró marcar el número de emergencias. Le pareció una eternidad hasta que escuchó la voz de otra persona del otro lado de la línea. Intentó tranquilizarse para que pudieran entender el pedido de auxilio. Le costó hilar las frases e incluso entender las preguntas que le hacían.
Cuando le consultaron acerca del estado de su marido dudó si decir que estaba herido o muerto. Notó que no se había fijado si el hombre seguía con vida o no. La desesperación la había invadido y le había impedido realizar los actos racionales más básicos.
La ambulancia tardó casi media hora en llegar a la casa. El hombre caído en la ducha respiraba débilmente y eso alivió por un instante a la mujer, aunque la sangre que manaba de su sien izquierda no daba lugar a dudas de que debían apurarse para llevarlo a un lugar donde pudieran asistirlo en forma urgente.
Los camilleros pudieron transportar al hombre hasta la ambulancia con gran esfuerzo ya que se encontraba rígido y casi no mostraba signos vitales. La mujer pudo convencerlos de llevarlo al hospital, ya que en el primer momento los paramédicos dudaron debido al aspecto deplorable del baño que daba la impresión de ser el lugar donde se había desarrollado una escena violenta, tal vez el intento de asesinar al hombre herido.
La ambulancia era un vehículo viejo y con varias decenas de miles de kilómetros encima, su interior tenía lugar para la camilla y algunos aparatos pero no era nada demasiado sofisticado. Ella quiso subir con su marido y debió amontonarse junto con los camilleros. Pudo sentir el olor a transpiración del que tenía más próximo. Era un hombre morocho, de unos treinta y cinco años, se lo notaba desaseado, quizás por las incontables horas de guardia que había tenido en los últimos días. Tampoco la suspensión del vehículo resultó la ideal ya que las vibraciones debidas al mal estado del pavimento fueron una constante durante el viaje. En varias oportunidades la mujer debió aferrar la camilla donde yacía su marido para evitar el desplazamiento de ésta.
El hospital al que llegaron no mostraba un panorama más promisorio. Sus paredes estaban descascaradas y se notaba la mugre de semanas sin limpieza.


miércoles, 11 de mayo de 2016

1

I


¿Por qué tenés tanta tos? 
No sé. Por ahí tomé frío a la mañana. Salí desabrigado.

Y, sí. Nunca te ponés el saco. Siempre vas en camisa al trabajo.

Ya sabés que no siento el frío. Salgo de casa como puedo. Siempre estoy apurado.

Así andás tosiendo ahora.

La mujer suspiró resignada. Él carraspeó estruendosamente una vez más y rezongó por lo bajo. Se sacó la camisa y la esgrimió como un estandarte frente a la mirada atónita de su esposa. Se sentó en el sillón más cercano del living agitando aún la camisa húmeda.

¡Mirá! Está mojada. Toda transpirada por el calor que tengo.

No puede ser. Están haciendo nueve grados. Es casi invierno.

El hombre acercó la camisa al rostro de su mujer. 

Tocá. Empapada. Y el que sabe lo que su cuerpo siente soy yo. Tengo mucho calor. 

Para mí vos tenés fiebre. 

La mujer puso la palma de su mano en la frente del hombre. Movió la cabeza en forma negativa.

Estás volando de fiebre. Esperá que traigo un termómetro.
Mientras la mujer se dirigía a la habitación matrimonial, él se levantó y caminó en dirección al baño intentando hacer el menor ruido posible. Frente al espejo colgado en el pasillo notó la palidez de su rostro y las ojeras violáceas, similares a las de una persona que hubiera sufrido una golpiza. Sintió como a cada paso su cuerpo parecía pesar más y sus piernas parecían tener más dificultades en sostenerlo. A duras penas llegó al cuarto de baño y de un empujón cerró la puerta detrás suyo.
Corrió la cortina de la ducha y tanteó la canilla del agua caliente. Sintió el metal frío en la mano y eso pareció sacarlo por unos segundos de su sopor. Giró su mano y el agua comenzó a fluir. El vapor que emergía del agua caliente obnubiló su visión y lo mareó levemente. Pese a ello decidió darse un baño, con la clara intención de despejarse.
La mujer husmeó en el cajón de su mesa de luz y de una cómoda hasta encontrar el termómetro. Al regresar al living no encontró a su marido. Lo llamó pero no obtuvo respuesta. Continuó llamándolo mientras se desplazaba por las distintas habitaciones de la casa, sin resultado.
Un estruendo la sobresaltó, el sonido de algo que se rompía y de un objeto que caía pesadamente al suelo. Notó que el ruido provenía del baño más grande. Volvió a llamar a su marido sin obtener respuesta. Presintió la tragedia y corrió tropezando en el camino con el mobiliario y los adornos que se interponían entre ella y la puerta del cuarto de baño. Al aproximarse escuchó el ruido de la ducha y nada más.
Abrió la hoja de la puerta, hinchada por la humedad, que se resistió con un chirrido antes de dejar a la vista la escena. En el suelo, entre la pileta y el inodoro se encontraba la cortina de la ducha, arrugada, como si alguien hubiera tirado violentamente de ella. Un poco más allá, en la bañera se encontraba su marido, caído y sangrando por una herida en la cabeza. No pudo discernir si el hombre respiraba o no. 

MOTIVACIÓN

Este blog pretende ser un lugar para desarrollar lo que voy escribiendo diariamente. Si todo transcurre en forma ordenada e inspirada, luego de un tiempo se obtendrá una obra coherente. Los textos pueden ir creciendo a lo largo del día y modificándose así que quienes ingresen a él pueden encontrarse con varias sorpresas. Espero que sea de agrado del lector.